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Entrevista a Eleonora Finkelstein, parte de la Dirección de Ærea «Nueva etapa de la revista de poesía «Ærea», un espacio amplio y elocuente de experiencias con la palabra»

Entrevista completa que realizó el poeta y periodista argentino Jorge Boccanera a Eleonora Finkelstein para la agencia argentina Télam de noticias.

ACABA DE SER RELANZADA EN CHILE, «ÆREA. REVISTA HISPANOAMERICANA DE POESÍA», UNA REVISTA DE 400 PÁGINAS DIRIGIDA POR LOS POETAS ARGENTINOS ELEONORA FINKELSTEIN Y DANIEL CALABRESE, QUE EN SU SEGUNDA ETAPA INCLUYE UNA VOLUMINOSA SECCIÓN DE EXPERIENCIAS VISUALES: POESÍA CONCRETA FICCIÓN-HIPERTEXTO, POESÍA DIGITAL, PERFORMANCE, POESÍA CIBERNÉTICA, AUDIOVISUAL, JUEGOS TIPOGRÁFICOS Y POESÍA CINÉTICA.

Este número 10 de la segunda etapa de «Ærea» publicada por RIL ediciones –la primera se extendió de 1999 a 2007- posee nuevo diseño con 400 páginas en formato impreso y en versión digital para Amazon y otras plataformas (www.aepoesia.com), y cuenta con dos consejos editoriales internacionales, uno para el mundo anglosajón y otro conformado por poetas de otros muchos países.

Télam dialogó con Eleonora Finkelstein, poeta argentina nacida en Mar del Plata, directora de RIL -quien sostiene la edición con auspicios de la Universidad del Desarrollo (Chile) y la Universidad de Georgia (USA)-, autora de los libros “Las naves”, «Hamlet y otros poemas» y «Delitos menores», quien habló del nuevo tránsito de una revista que aborda la difusión de la poesía a través de creación, ensayo y traducciones.

¿Qué balances hacés de la primera etapa de Ærea, y qué tipo de materiales privilegiaron esos nueve años que definieron el perfil a la revista?

Aquella etapa fundacional estuvo marcada por el fin del milenio. Por entonces, era imposible sustraerse de ese imperativo que se manifestaba, por un lado, con una fuerte tendencia a la retrospectiva y, por otro, en un cierto pánico paralizante frente a la idea del año 2000, que era como la materialización del futuro. Recordemos cuántas muertes se venían anunciado: la historia, el autor, las utopías, el sentido del progreso… Entonces, Ærea, de manera natural, fue construyendo una suerte de inventario del siglo XX mientras transitaba hacia el XXI. Un recorrido que dio cabida a todas las tendencias. Así, definió un perfil muy inclusivo, con vocación panorámica, al margen de los intentos de reorganización canónica. Ese era su manifiesto. Si tuviera que ponerlo en términos esquemáticos, diría que los núcleos de creación de mayor presencia en las 3500 páginas publicadas fueron las vanguardias de la primera mitad del siglo y la poesía de compromiso político de la segunda. En cuanto a los movimientos emergentes de los ‘80 en adelante, dimos cabida a la poesía del lenguaje y del metalenguaje, pero también a la coloquial, más ligada a las experiencias urbanas y a cierta marginalidad.

¿Qué diferencias tiene ésta Ærea de hoy con respecto a aquella etapa que duró casi una década?

Creo que hay una continuidad en cuanto a la vocación inclusiva, a persistir en una mirada panorámica que nos permita “ver el bosque”. Diría que la mayor diferencia es la que ha marcado, justamente, el paso del tiempo. Ya bien entrados en la segunda década del siglo XXI, se ve con claridad que la producción poética ya no está regida por la alternancia entre la tradición y la vanguardia. La poesía no está obligada a llegar con las “buenas nuevas” cada vez. Hoy, la exploración es en 360 grados. El poeta se hace cargo del futuro y del pasado, de su entorno inmediato y del universo ampliado por la Web, de su lengua y de las otras lenguas como parte de un mismo cuerpo poético de gran intensidad y riqueza. Otro cambio fundamental, también extrínseco, está en la forma de circulación y en los nuevos soportes. Esto ha fragmentado mucho la recepción y las formas de validación. Solemos decir que, en nuestros días, la poesía aunque no se comercializa mayormente, se trafica a nivel global. Ærea asume estos cambios.

¿En tu editorial hablás de que aquella primera etapa le correspondió una producción poética marcada por la dualidad entre lo académico y lo salvaje, ¿podrías explicar ese aspecto?

Sí, esa dualidad, a nuestro juicio, marcó la marcha de la poesía de la década de los ’90. En aquellos años, con el poeta Daniel Calabrese, reflexionábamos mucho sobre el tema. Teníamos amigos y colegas de ambos “bandos”. Tampoco es que se tratara de una gran novedad; ese binomio era, por un lado, heredero de la poesía más aristocrática, de las vanguardias, la lingüística, la experimentación con el lenguaje, vos sabés, un poco excluyente, un poco para iniciados; y, por el otro, la poesía urbana, coloquial, con fuertes lazos con el movimiento beat, que dialogaba con la tradición más popular, más working class. Nada tan nuevo bajo el sol. Creo que esa “acción-reacción” reflejaba también el nerviosismo de aquellos últimos años del milenio. Igual, soy consciente de que esta, como toda simplificación dialéctica, sirve para tener perspectiva y tratar de entender mejor. Sé que esta forma de articular deja mucho afuera.

También te referís a una poesía más cerca de la academia que surgía de un canon establecido por la crítica literaria y no al revés…

Justamente, tal vez la mayor novedad estaba dada en que, como nunca antes, ciertos teóricos  y la crítica especializada anticipaban la creación y le ponían reglas. Claro que igual aparecieron buenas obras, la poesía siempre se las arregla, pero imperaban los trabajos programáticos y, por lo mismo, complacientes. Por ejemplo, si se decía “intertextualidad” todos corríamos a ser “intertextuales”. Era como el color que se lleva esta temporada. Ahora que lo miro de lejos, resulta hasta divertido. Si hacías los gestos indicados tenías asegurada la buena recepción en la “sociedad científica”. Una vez, una académica, hablando de esto mismo, nos dijo: “hay una poesía que me gusta y una poesía que me interesa”. El gusto, claro, no contaba con muy buena prensa en aquel entonces, se vinculaba a la crítica “impresionista” de décadas anteriores. Pero lo más significativo en esta afirmación, y lo que viene al caso para reforzar nuestra hipótesis, está en el “me interesa”. El punto es que esa poesía era “interesante” en la medida en que calzaba con lo que se teorizaba, con lo que se venía diciendo. Esa poesía era abordada como espécimen de laboratorio. Para ser serios, había que ser científicos aunque se tratara de poesía. Creo que, en el fondo, esta incongruencia era síntoma de un problema ontológico mayor. Y fijate qué curioso, hoy cuando escuchamos a algunos físicos notables hacer especulaciones acerca del tiempo, la materia, el universo, da la impresión de que son ellos los que ahora están traspasando las fronteras hacia la intuición, la creación, la poesía. Es que, por más vueltas que le demos, lo más interesante siempre está en las preguntas y no en las respuestas.

¿Cuáles serían, en esta nueva etapa esas transformaciones que según tu criterio ganan espesor, esos nuevos cruces e hibridaciones?

Se vincula con lo que dije antes. El poeta ya no se siente mirado por encima del hombro, ni por sus pares, ni por sus superiores. No está escribiendo en un contexto en que la buena recepción de su trabajo tenga reglas muy claras. Tampoco se esperan grandes épicas, ni discursos evangelizadores sobre tal o cual estética, sobre tal o cual sentido de la poesía. ¿Lo nuevo? Es una idea medio apolillada porque supone la preexistencia de lo viejo y así hasta el cansancio. Como en una cinta transportadora, terminamos agotados pero llegamos siempre al mismo lugar. Creo que estamos superando eso. Ahora, te decía, me parece que la cosa es en 360 grados. El canon estalló en todas las direcciones posibles, entonces, los caminos que se abren son muchos y diversos. Esta libertad permite hacer convivir expresiones muy distantes temporal o culturalmente, a veces en un mismo poema. Los cruces y la polifonía están imperando. No es raro encontrar misticismo en un poema de corte muy político, o endecasílabos en un poema en slang. Esto claro, tampoco es nuevo. No sé, insisto en que no hablo de “novedad”, hablo de libertad. La transformación más significativa en este escenario, a mi modo de ver, es la que trae consigo justamente esa libertad de crear y expresarse apropiándose de todos los elementos de la tradición (“vanguardias” incluidas) que están sobre la mesa. Como poeta puedes interrogarte acerca de qué quieres decir y de cómo quieres decirlo sin necesidad de inventar la pólvora. ¿Que ya está hecho? Bueno, cada uno hará valer lo suyo. No importa que nos pase como a Pierre Menard y escribamos nuevamente El Quijote. Hay algo especial, siempre en cualquier reescritura y es, justamente, esa capacidad que tienen los buenos poetas de individualizarse, de naturalizar sus versos. Lo menos que esperan hoy los escasos lectores de poesía es honestidad.

La revista está dividida en diferentes secciones, ¿qué incluye cada una?

Es una revista de 400 páginas, creímos necesario generar descansos, poner algunas coordenadas. Pero, si te fijas bien, son separaciones más bien climáticas. No tiene fronteras formales definidas, ni alambrados porque no queríamos ponerle camisas de fuerza y así cada parte se armó de manera orgánica. No hay una sección de “ensayo”, otra de “traducción” o “creación”, sino articulación de trabajos por proximidad semántica. A grosso modo: en la primera “Parte del aire” vas a encontrar excelentes ensayos sobre las vanguardias de principios del siglo XX. En “Sistema frontal” viene una extensa muestra de poesía digital y una versión de “El cantar del hierro”, poesía anglosajona antigua, que traduce el poeta chileno Armando Roa. En “Sin escalas” hay bastante traducción también y muestras de poetas actuales. Es notable,  después de montar la revista sin obedecer a las categorías clásicas, encontrar cómo los textos dialogan entre sí.

¿La revista sale en papel y a la vez en versión digital?

Sí, sale simultáneamente en los dos formatos. A través de Amazon se puede acceder a ella desde cualquier país, ya sea en versión electrónica o impresa. Tenemos una página web: www.aepoesia.com,  que no pretende ser solo la revista online, sino un sitio para liberar contenidos: colaboraciones, entrevistas, selecciones poéticas, ya publicadas o in progress.

Muchas páginas de este número 10 están dedicadas a la experiencia visual, “multisensorial”, audiovisual, digital, cibernética…

Aproximadamente 50 páginas de este número se dedican a este Muestrario de Poesía Digital y/o Electrónica Latinoamericana. Esta selección parte desde los 60 con los poemas fundacionales “Oh Hada Cibernética!”, del peruano Carlos Germán Belli e “IBM” del argentino Omar Gancedo, pasando por los 80 y los 90 con los brasileños Eduardo Kac (“Ñao”), Arnaldo Antúnez (“Nome),  Augusto de Campos (“Cidadecitycité”); el uruguayo Luis Bravo con la obra “Árbol VeloZ”; el chileno Carlos Cociña con “Plagio del afecto”; hasta la producción más reciente como “Illiad” del colombiano Santiago Ortiz, publicado en 2012. Nombro solo algunos autores que integran este panorama. Además, se inicia con una introducción de Luis Correa-Díaz, que aproxima al lector a lo que se define como poesía digital. Básicamente: el cruce entre la poesía y la computación (y todas las aplicaciones de las nuevas tecnologías). Es decir, es contestataria en tanto pone en cuestión al libro impreso como tecnología dominante. Por supuesto, es requisito que los poemas sean concebidos para estas nuevas plataformas y no que sea simplemente la transcripción de un poema a otro soporte. Se dice que la verdadera literatura digital es aquella que nace para ser experimentada en el computador. Pongo el acento en “experimentada” porque no se trata de solo lectura, claro.

¿Es novedoso este tipo performance?, ¿no es una experiencia ya trajinada desde la poesía concreta de los años 50 y aún más atrás en los caligramas de Apollinaire?

Claro que no, no es novedoso ni en el sentido de la hibridación, ni en el que se le da históricamente al término. Este tipo de performance es ya una tradición. En Latinoamérica aparecen exploraciones desde las primeras décadas del siglo XX. Incluso mucho antes de Apollinaire, en la tradición occidental, la poesía “dibujada” aparece 300 años AC. Si lo ponemos en un contexto todavía mayor, podemos llegar hasta los caligramas chinos y así… En cuanto a la poesía contemporánea, la mayor producción, en lo que a este tipo de mezclas se refiere, se ha concentrado en las artes performativas y en el poema visual. La poesía digital hace convivir estas dos expresiones en la experiencia multimedial y, además, dentro de un soporte de reproducción doméstica. Esta forma de lectura es inherente a nuestros tiempos. Por otra parte, insisto, aunque no se trate del encantamiento por lo “nuevo” (y no tenga nada de nuevo mezclar lenguajes) hay que correr algunos riesgos. La poesía y toda expresión artística busca formas de extender sus límites, es así. Es un tema de vitalidad y de supervivencia. La pureza tiende a encerrarse en sí misma, a desnutrirse.

¿El nº 11 tendrá también un eje estético dentro de la poesía hispanoamericana?

Ærea es una revista hispanoamericana. Se trata del lugar desde donde la producimos, y especialmente, de una cierta forma de ver. Esa es nuestra patria común, es lo que nos constituye. Pero no se trata solo de autorreferirse, nos interesa también la poesía en otros idiomas. La traducción es parte fundamental, la concebimos como una forma de recreación desde la propia lengua. El acceso a las traducciones sigue siendo escaso: lo que un poeta está escribiendo en Rumania o en un pueblo mediterráneo de Japón, es poco probable que llegue a nuestras manos por los canales tradicionales de la cultura. El equipo de Ærea tiene la misión de buscar y de encontrar. A la vuelta de la esquina o en la antípoda. Es curioso, pero ahora que lo pienso, estamos un poco como esos exploradores del siglo XIX, con muchas tierras vírgenes por descubrir. Nos interesa todo eso que intuimos y que no alcanzamos a ver.

* Si quieres saber más de Ærea, entra al siguiente enlace: 

REVISTA HISPANOAMERICANA DE POESÍA ÆREA 

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