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A 70 años del Premio Nobel de Gabriela Mistral

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Gabriela Mistral, poeta, docente y diplomática oriunda del norte de Chile, creció bajo la influencia de las figuras de su hermana, padre y la tradición oral transmitida por medio de su madre, todo ello, junto con el imponente entorno natural del valle del Elqui y la costa, dieron forma a su poesía.

Profesora normalista, aportó a la educación trascendiendo las fronteras nacionales, para convertirse en una de las gestoras de la reforma educacional mexicana, a cargo de José Vasconcelos.

Su obra poética cobró visibilidad luego de ganar los Juegos Florales de Santiago, organizados por la Sociedad de Artistas y Escritores de Chile, lo cual le dio impulso a su notable trayectoria poética, que la llevó a ser reconocida con numerosos premios, entre ellos el Nobel de Literatura en 1945. De esta forma, Gabriela Mistral se convierte en la primera figura latinoamericana reconocida con este premio.

A 70 años del galardón, el Instituto de Humanidades de la Universidad del Desarrollo reconoce la importante obra de Mistral y comparte con ustedes el poema “El Tiempo” de su poemario “Lagar” de 1954.

EL TIEMPO
Sólo un flechero hiere a medio pecho,
sólo uno sangra a la grey adamita
y ése me hirió desde el día primero
y a ese flechero lo llaman el Tiempo.

A todos los que quise él alcanzaba.
Todo lo que me tuve era su reino.
Se abajaba a la fruta y a la bestia,
a la paloma, a la madre, a la hermana.

Me lo contaron cuando yo era niña
pero yo me lo oí como una fábula,
árbol, madre y hermana eran del Tiempo
como la Patria de la cual yo arribaba.

Golpeó a mi boca el oficio del canto
solo a la hora del perder con sangre,
del árbol que con sesgo se renuncia
y la derrota de manos vacías.

Miré al ladrón de la hora y el día
en la espalda vencida de mi madre.
Fue mi enemigo solamente el Tiempo,
solo el Despojador que va sin rostro,
el Arrebatador mudo y nocturno.

¡Ni hambre, ni sedes, ni el odio me hirieron:
sólo el Despojador con brazo de aire!
No lo quise aprender como una lengua
y una ley y un país, y un Padre oscuro,
y me voy yendo sin decirle «Padre»
porque vine de Patria en que ninguno
perdió el amor, y la dicha ganada.